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Ateísmo vs. Religión


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Ateísmo vs. Religión. Viejo debate. Se le suele simplificar diciendo: Ciencia vs. Dogma. Muy bien. Mantengamos esa simplicidad para no complicar demasiado las cosas y empecemos con este artículo donde trataremos de buscar las similitudes y diferencias entre ambos temas, en pro de saber si existe la posibilidad de lograr un diálogo más sano y respetuoso entre ambas, que estoy seguro es lo que muchísimos deseamos.

La ciencia se basa en la refutabilidad. Cuando una teoría se “comprueba”, en realidad significa que el camino para refutarla se ha hecho más espinoso, pero no imposible. De modo que “creer” en una teoría científica debería ser un fenómeno provisional. Una vez la teoría sea refutada de forma adecuada, habrá que creer en la nueva si se es una persona sensata o no se tienen pruebas para refutar la nueva versión. Entonces, qué es un cientificista sino un creyente con pruebas momentáneas y meramente contextuales.

No hay que ir muy lejos para entender que el dogma y la ciencia comparten premisas esenciales, aunque de forma polar. Solo que los dogmáticos tienen un trabajo aparentemente más sencillo, pues no resulta necesario probar lo creído, y la posible refutación científica de ello no debería afectar a la creencia. Y digo aparentemente más sencillo, pues creer sin evidencias (o con evidencias en contra) requiere fortaleza y persistencia. No hablo, por supuesto, de los casos donde se cree por comodidad o evasión (perfectamente válidos para quien los aplica), sino donde se cree incluso a pesar de cruentas (o leves) crisis de fe. Como sea que se vea, es un modo de vida difícil de vivir, pero es el que muchas personas han elegido, y muchas de ellas afirman que con dignidad, orgullo y felicidad, justo como muchos ateos afirman que viven sus vidas.

Así que, ¿dónde están los puntos de convergencia y divergencia? Empecemos por la convergencia que me interesa más.

Mientras el ateo cree en la “no existencia” de dios, a partir de las pruebas que le ofrece la ciencia sobre la creación espontánea y no dirigida por entes inteligentes del Universo y la vida en la Tierra, el religioso cree en la existencia de uno o varios dioses por intercesión de ciertos dogmas, propios o provenientes de doctrinas creadas por otros. La cuestión es que tanto el ateo como el religioso basan su creencia en la falta de refutabilidad. El primero en su provisional falta, el segundo en su total ausencia, incluso de llegar a existir.

Pero vayamos más allá. ¿Existe una prueba fidedigna, única y universalmente admisible de que el Universo y la vida en la Tierra fueron creados espontáneamente y sin intervención de entes inteligentes? La verdad es que no. Todavía seguimos esperando que se consiga crear la Teoría del Todo, y parece que falta un buen rato para ello, y que una vez conseguida seguirán quedando dudas. Así que, ¿de dónde obtienen su convencimiento los ateos de que no existe un dios? Sencillo. De otro precepto cientificista. De que no ha sido posible, hasta el momento, probar su existencia. Pero, si se cree que el Universo fue creado espontáneamente sin tener todas las pruebas sobre la mesa, ¿por qué “descreer” en la existencia de Dios cuando el juego en realidad va empatado? Ninguno de los dos bandos ha podido probar su punto con verdadero rigor científico (y sé que aquí empieza el punto álgido).

Recordemos que las religiones no necesitan demostrar sus creencias. Pueden intentar hacerlo, si quisieran entrar en territorios polémicos, pero la verdad nada en sus doctrinas los obliga. Es perfectamente válido (y además honorable) creer aunque todo te indique que no es correcto hacerlo.

Si yo pienso que la Teoría de la Relatividad está errada, ¿quién debe probarlo? ¿Yo o Einstein? Sabemos que el bueno de Albert ya no puede hacerlo, pero imaginemos por un momento que sigue vivo. En ese caso, ¿quién debe refutar a quién? ¿Einstein, que cree en su propia teoría, o yo que la pienso errada? La respuesta es lógica, aunque no muchas veces aplicada. Soy yo quien debe tratar de refutarla. Además, me resulta muy conveniente, porque de hacerlo yo, me volvería el próximo Einstein. De hacerlo su propio creador, no haría más que incrementar su fama, lo cual de seguro me caerá de la patada si ya le he agarrado idea al pobre científico. Si en cambio es la ciencia lo que me importa, no resultará desagradable para mí que la verdad se alce, sea quien sea el que la erija.

Entonces, ¿por qué encontramos ateos pidiendo pruebas científicas a los religiosos sobre sus dogmas? ¿Por qué encontramos religiosos tratando de probar científicamente sus dogmas? ¿Por qué vemos religiosos imponiendo dogmas a quien solo entiende de ciencia? Todas estas son posiciones perfectamente válidas, que no se me malinterprete. El científico puede querer luchar contra el dogma y viceversa. Pero allí es donde empiezan las divergencias y empiezan a olvidarse los vitales puntos de convergencia.

Si la ciencia es refutable, es perfectamente admisible que dios (singular o plural) exista y en algún punto de la historia humana sea probada su existencia, lo mismo que su intervención en la creación del Universo y la vida. Así pues, un ateo que se precie de ser cientificista (pues también es factible que haya alguno que no desee serlo), debe entender que su falta de creencia en dios es tan provisional como cualquier otro precepto o teoría científica en los que crea. Pero de la misma forma, es perfectamente factible que en algún punto de la historia se demuestre la inexistencia de dios, y los religiosos deban hacer un esfuerzo extra por mantener sus dogmas.

No me cuesta imaginar a muchos ateos conversos una vez se pruebe la existencia de dios, lo mismo que no me cuesta imaginar a muchos religiosos conversos una vez se pruebe su inexistencia. Estos sujetos hipotéticos, los que se convertirían una vez expresadas las evidencias, creen exactamente en lo mismo. Ambos son cientificistas. Así que sí, se puede ser creyente y cientificista al mismo tiempo. Pero no me cuesta imaginar en lo absoluto a muchos ateos reacios a convertirse una vez se pruebe la existencia de dios, lo mismo que no me cuesta imaginar a muchos religiosos reacios a convertirse una vez se pruebe su inexistencia. Como en el caso anterior, estos sujetos hipotéticos creen exactamente en lo mismo. Ambos son dogmáticos. Así que sí, se puede ser ateo y ser dogmático al mismo tiempo. Hemos dado con la principal de las fuentes de convergencia. Ateísmo no es necesariamente sinónimo de ciencia y religiosidad no es necesariamente sinónimo de dogma.

Existen, han existido y existirán ateos dogmáticos, así como existen, han existido y existirán religiosos cientificistas, que intentan probar las bases de sus creencias, y mientras consiguen demostrarlo, igual siguen creyendo. Así como el ateo cientificista, que mientras busca las pruebas de la inexistencia de dios, sigue creyendo en su inexistencia, a pesar de la falta de pruebas. El error está en creer que no se es cientificista por creer en algo que no pueda probarse, y creer que no se es dogmático por creer en algo que “por el momento” se considera probado. Lo que diferencia al uno del otro, es la reacción ante el eventual cambio del statu quo.

Cuando un ateo se enfrenta a una posible prueba de la existencia de dios, descartándola sin estudiarla correctamente se comporta como un dogmático. Cuando un religioso se enfrenta a una posible prueba de la inexistencia de dios, descartándola tras estudiarla correctamente, se comporta como un cientificista. El problema es que olvidamos que las pruebas científicas, incluso para un religioso cientificista, son entendidas muchas veces como un reto al que debe enfrentarse con fe. Allí es donde se mezclan, entonces, ciencia y dogma.

Incluso el más cientificista de los religiosos, una vez reunidas todas las pruebas (que fueron exploradas a voluntad por él mismo) de la inexistencia de dios, tiene derecho a retornar al dogma, pues desde un principio esa fue la base de su doctrina, y su búsqueda a través de los hallazgos de la ciencia (o la filosofía, teología, etc.), podría entenderse perfectamente como un camino a la espiritualidad. De la misma forma, el ateo es un hombre espiritual. Su creencia en la no existencia de dios, si se funda en preceptos cientificistas, es una búsqueda espiritual. Básicamente es una forma de “no creer en dios hasta que se pruebe lo contrario”, aunque casi suene ofensivo por excesivamente simple. Cada cual lo hace explorando sus propios textos sagrados. Los de los religiosos son textos de tradición, los de los ateos son textos cambiantes de acuerdo a los cambios de la ciencia. Pero ambos fundamentan las creencias de cada cual, y el camino de su espiritualidad, entendiendo espiritualidad como cualquier forma de búsqueda interior. Así como la falta de calor, no es ausencia de temperatura, la falta de fe en un dios no es ausencia de espiritualidad.

Ahora bien, tratemos de llegar a una conclusión. ¿La hay? La verdad es que no. Este es un tema circular e infinito. O al menos lo seguirá siendo hasta que alguien descubra algo realmente definitivo. Mientras tanto, mi posición es muy simple. Hay que creer en lo que decidamos creer, descreer en lo que decidamos descreer, respetar lo que cada cual crea y descrea, y recordar que todos somos básicamente lo mismo: somos animales filosofantes, y ello nos obliga a hacernos preguntas demasiado complejas, para las que aún no tenemos las claves completas. En la práctica, en la búsqueda de las respuestas, nos distinguimos, pero en la semántica somos lo mismo. ¿Para qué pelear entonces?

Los invito a compartir, con tolerancia, su opinión en los comentarios. ¿Es posible entender el ateísmo como una búsqueda espiritual? ¿Es posible vivir la fe en una religión simultáneamente desde el dogma y la ciencia? ¿Son el ateísmo y la religión irreconciliables o pueden vivir juntas sin problemas?

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